Bioprâxis

Introducción: ¿Conducta?

Bioprâxis es una página web dedicada al estudio, la reflexión y especulación sobre la teoría de la 'conducta' animal no-humana. El nombre “Bioprâxis” o “Bioconducta” implica un fuerte enfoque biológico. Sin embargo, en la medida que sea útil y precisa, se tomará a la psicología en cuenta de igual manera.

Ahora bien, existe un grave problema en afirmar que el interés de esta página radica en el estudio de la conducta (sea de animales humanos o no-humanos), y es que hay que aclarar qué es exactamente conducta. Lamentablemente, esto no es algo que se podrá lograr en esta introducción, pero al menos sí se podrá facilitar un esbozo de los problemas detrás del uso de este término en la literatura 'científica' al hacer un estudio muy preliminar de la historia natural de este término y cómo sus usos convencionales han impactado la práctica científica.


En el Glossarium mediæ et infimæ latinitatis (o Glosario de latín medieval y vulgar), Carolo du Fresne du Cange (1883) precisó que conducere significa "salvum et incolumem præstare" (p. 490) o asegurar seguridad y protección. En una línea similar, Lewis & Short (1879/1958) definen condūco como reunir o, más específicamente, “to draw, bring, or lead together, to assemble” (p. 409), pudiéndose referir tanto a personas como a objetos inanimados. De manera más precisa, permitiendo ver las similitudes con los usos descubiertos por du Cange, en algunas instancias condūco toma el significado de la reunión o concentración de tropas en cualquier lugar, o "the collecting, assembling of troops in any place" (p. 409). Asimismo, Lewis & Short registran usos de condūco en relación a contratar, tomar un contrato de arrendamiento, rentar, emplear y sobornar. Así, conducti se refiere a soldados mercenarios y conductum a cualquier cosa rentada como una casa o morada, y también una acción sobre un contrato de arrendamiento.

Es decir, la raíz principal de la palabra conducta en español radica en el dominio de los negocios. Sin embargo, cabe resaltar que existen algunos usos médicos, como los de conductio, el cual fue empleado por escritores para referirse a espasmos o convulsiones (Lewis & Short, 1879/1958, p. 410), mientras que condūco puede calificar en ciertas instancias como contracción muscular, ilustrado en la frase “conducere musculum aut laxare” (Lewis & Short, 1879/1958, p. 409).

A través del Corpus del Diccionario histórico de la lengua española (CDH) podemos determinar que, al menos desde 1457, la palabra 'conducta' ha sido parte del léxico de nuestra lengua. En un texto de un autor anónimo titulado "Fernando ruega al papa", del 1493, conseguimos una de las primeras concordancias en el siguiente extracto:

"y reduzirle en deuida consideracion y memoria las susodichas cosas; y juncto con esta, la qual embio por correu volante, he mandado al dicho mi capitan que vaya con las dichas galeas y se presente a uuestra Santidat. La qual, con quanta effection y humildat puedo, suplico que, no obstante la conducta que se dize haueys fecho con el dicho Franci de Pau, quiere acceptar el dicho capitan con las dichas sus galeas en su seruicio, y faga que el, y no el dicho Franci de Pau ni otro alguno, traiga el dicho duque, si partido no fuere; y despues, por las consideraciones susodichas".


Con base en lo que hemos aprendido, es probable que el anónimo estuviera empleando conducta en el sentido de negocios o pasaje seguro acordado entre el Papa y Franci de Pau.


En otro texto anónimo titulado “Fernando expone al papa” de 1494, leemos que:

“Sepa Vuestra Sanctidat que, como los moros, enemigos de la sancta Fe Catholica, hayan supido la conducta, que Vuestra Sanctidat tiene fecha de nuestro capitan general, mossen Bernat de Vilamarin, y de sus galeras, cadaldia roban e catiuan en los mares de Sardenya, Sicilia, Mallorques, Barchinona e Valencia, porque no hay quien les resista. E com esto recaya en gran cargo de mi consiencia, querria proueer en”


Los moros se han vigorizado en su robo y captura de galeras al enterarse de que Bernat de Vilamarin y su flota han hecho un contrato con el Papa, lo cual ilustra el uso del término conducta con respecto a la negociación con mercenarios y tropas.


Otro fragmento, de un texto titulado “Vocabulario eclesiástico” por Rodrigo Fernández de Santaella en 1499, dice:

“Conductus. ctus. ctui. masculino genero et .iiij. declinación El meson o el logar de albergar. Actuum .xxviij. mansit in suo conductum. i. enel meson o casa conducta o alquilada”.


Este claramente no es una referencia al uso clásico-militar del término conducta, sino el más general con respecto a la contratación o arrendación de una morada o lugar.


Sin embargo, el panorama comienza a cambiar en los siguientes siglos. Tan pronto como el periodo de 1501-1509 tenemos este extracto anónimo sobre las “Cartas del Rey el Católico” que dice:

“la nobleza y altivo desdén propios de su leal y egregia prosapia; «y fué muy público que un paduano descubrió en Nápoles que fué enviado por el Papa para que matase con veneno al Gran capitán». Francas y leales explicaciones dió El Rey Católico á Gonzalo de Córdoba de las sospechas que acerca de su conducta abrigaba. En carta fechada en la ciudad de Toro á 24 de Abril de 1505 le decía)”

“41. Capítulo de carta del Rey Católico á Rojas sobre la desconfianza que te inspira la conducta del Gran Capitan. (Matilla, 9 de junio de 1506)”


Que en este caso comienza a referirse más al comportamiento de una persona en contextos formales, a lo cual se hace énfasis puesto que, a pesar de lo vieja que es esta palabra en la historia del español, su uso tiende a limitarse a los contextos formales incluso hoy en día.


A pesar del nuevo uso que vemos en los textos escritos de la lengua española en el siglo XVI, el sentido clásico en términos de negocios aún permanece, como lo ilustra el siguiente extracto de Gonzalo Fernández de Oviedo en “Historia general y natural de las Indias” de 1535-1557:

“Francisco Pizarro e Diego de Almagro. E por intercesión del dicho padre Luque se la concedió Pedrarias, e los hizo capitanes, e tomó compañía con ellos para que tuviese, en la ganancia de todo lo que se descubriese e hobiesen, la cuarta parte, e así contribuyese en los gastos. E tomada su conducta e licencia, hicieron ciertas armadas e viajes al Perú (que es dicho), como la historia adelante lo contará, e a costa de los tres compañeros, el clérigo e capitanes, sin poner el gobernador en ello si no palabras. Después, como al principio las cosas no respondían al propósito”


Un lexicógrafo en el siglo XVIII registró el uso de condúcta como referencia a prudencia (buena conducta) e imprudencia (mala conducta) (De Terreros y Pando, 1786, p. 486). En este caso, el concepto de conducta toma un carácter inherentemente moral en una sociedad en una parte cristiana y en otra musulmana en su raíz.


En el siglo XIX comenzamos a descubrir textos como el “Manual de misioneros o ensayo sobre la conducta que pueden proponerse observar los sacerdotes llamados al restablecimiento de la religión en Francia”, escrito por Juan Natividad Costa en 1813, donde una vez más vemos la conducta con respecto a lo religioso y a la prudencia. Al hablar sobre la conducta que se debe tener con las diferentes personas que habrá de tratar, Costa (1813) no describe sino maneras de relacionarse con ellos, como la necesidad de seguir las reglas que estos prescriban y a quién recurrir en caso de diferentes situaciones como sillas vacantes en las diócesis, las situaciones en que los curas pueden convenirse y los contextos donde deban ejercer el ministerio.

En otro texto un poco más reciente, escrito por Anselmo Petite en 1817 y titulado “Conducta de confesores en el tribunal de la Penitencia”, Petite (1817) sugiere que los padres han de reportarse ante los maestros para escuchar sobre la conducta que estos tienen, de tal forma que, si se portan mal, han de ser devueltos a sus casas para evitar que se vuelvan viciosos.

Así, vemos cómo el término conducta ha evolucionado para referirse al comportamiento de las personas con respecto a los valores morales de su sociedad, pudiendo las personas comportarse bien o mal, lo cual es signo de prudencia o imprudencia respectivamente. La conducta es de interés tanto de los religiosos como de los maestros, encargados de enseñar a los niños el cómo comportarse en sociedad. De ahí a que, incluso hoy en día, términos como “mala” y “buena conducta” sigan siendo parte del léxico de los maestros y representantes.

En este sentido, es claro que la conducta no se refiere a la actividad motora del organismo humano (mucho menos la de un organismo de cualquier otra especie), sino a las formas en que el ser humano se relaciona con otros en contextos sociales. Exhibir buena conducta es prestar atención al maestro y no interrumpirlo, así como también atender a misa. La mala conducta, por otro lado, es ejemplificada por el adulterio y la holgazanería. Si bien el movimiento es una parte muchas veces inherente a la conducta, en otras no lo es. Cuando un hombre piensa en fornicar con una mujer con la que no está casado, de igual forma está adulterando (Mateo 5:28), ergo, comportándose mal. Es decir, la motricidad no es inherente a la conducta en general.

La historia no es muy diferente en la lengua inglesa pues, desde 1440, se registran definiciones de behavior o behave en términos de comportarse bien o mal, de ahí que existan derivados como misbehavior para referirse específicamente a la mala conducta, y adjetivos como behavioured o behaved para hablar de alguien con modales (Chaney, 2013).

Ahora bien, tomando en cuenta la historia natural del término conducta en el español y parcialmente en el inglés, observando sus diferentes usos convencionales atados a la educación, la cortesía, la religión y los negocios, ¿qué es de la teoría científica de la conducta no-humana, aquello que dijimos nos interesa en un principio? ¿Cómo es que ahora los biólogos estudian la conducta, de, digamos, la avefría europea, si estas no tienen cultura, mucho menos religión o sistemas morales? ¿Es acaso posible una discusión técnica sobre la manera en que los animales no-humanos se regulan por medio de instituciones dedicadas a la transmisión cultural, como las escuelas y las iglesias? ¿O una investigación sobre lo que hace algo culturalmente aceptado o rechazado para animales no-humanos? No. Muchos investigadores, en cambio, han tomado el término 'conducta' y lo han transformado en algo completamente distinto, lo cual en sí mismo no está mal en la medida en que se precise los usos específicos del término y la práctica se limite al dominio de fenómenos abarcable por dada definición. Aunque cada disciplina ha intentado definir conducta a su gusto, muchas veces fallan en limitarse a lo que han demarcado como tal y esperan poder extrapolar sus teorías a fenómenos convencionalmente llamados conducta a pesar de ser categorialmente distintos. Así, la conducta qua rasgos fenotípicos en la forma de movimientos ecológicamente pertinentes heredables pretende ser a veces extrapolada a la conducta cultural humana, y en otras instancias la conducta qua movimiento de un organismo o de sus partes también pretende igualarse con conductas convencionales humanas. Las teorías y llamadas 'ciencias' de la conducta son un totum revolutum de diferentes fenómenos bajo el mismo término que pretenden interactuar y comunicarse entre sí a pesar de hablar lenguajes distintos pero morfológicamente afines. El único acuerdo que existe entre estas disciplinas radica en la persistencia del uso del término 'conducta' a pesar de sus grandes diferencias.

Tomemos por un momento el análisis experimental de la conducta como un ejemplo. Tomando el contexto tanto desde la esfera económica hasta las instituciones religiosas y educativas, no es sorprendente la gran aversión que puede ser generada en el público al afirmar que el análisis experimental de la conducta tiene como objeto de estudio, en efecto, la “conducta” de “los organismos”. Los conductistas, con J. B. Watson y B. F. Skinner como algunos de sus principales representantes y pioneros, han sido algunos de los que han robado este término de sus usos institucionales y morales para darle un significado poco común, a decir, el del “movimiento del organismo o de sus partes” o “esa parte del organismo encargada del comercio con el mundo exterior” o “la relación entre el organismo y el entorno” o, peor aún, “la interacción entre el organismo y el entorno”.

Bajo estas observaciones, cabe preguntarse hasta qué medida el estudio del movimiento de un organismo o de sus partes se traduce o abstrae algo mínimamente significativo a lo que convenientemente se ha llamado la “conducta” en las esferas convencionales. ¿Cómo puede el palanqueo de una rata igualarse al acto del adulterio? Después de todo, ambas pertenecen a categorías distintas. Sin embargo, esto no debería ser un problema en la medida en que los analistas experimentales limiten los resultados de sus investigaciones al entendimiento del dominio de fenómenos originalmente definido (a decir, el del movimiento del organismo o de sus partes en relación con el entorno).

No obstante, cabe resaltar cómo esta tradición ha evolucionado tanto en sus programas de investigación básica como en sus aplicaciones para eventualmente abarcar toda una serie de eventos categorialmente distintos, incluidos aquellos por los que se temió en el párrafo anterior. Empezando con el palanqueo de ratas y el picoteo de palomas, el análisis experimental culmina con el estudio de cómo los latidos del corazón son regulados por programas de reforzamiento en el llamado ‘biofeedback’, así como también en la idea de que, en principio, eventos espaciotemporalmente extendidos como la totalidad de ‘escribir una novela’ pueden ser sometidos a los mismos ‘principios’ bajo excusas de multiescalaridad. Presuntas aplicaciones psicoterapéuticas de esta teoría van del movimiento del organismo y de sus partes (una definición muy buena para lo que muchos conductistas hacen a pesar de que quieran afirmar lo contrario, pues en gran medida siguen limitándose en el campo experimental a los mismos palanqueos, picoteos y otras actividades motrices o fisiológicas) a interpretar la “ideación suicida” como otra forma más de movimiento que es, aparentemente 'conducta' de la misma forma que jalar una palanca por una rata lo es.

Así, nos vemos forzados a regresar a la pregunta anterior: ¿Cómo puede el palanqueo de una rata pertenecer a la misma categoría que el adulterio? Una rata palanquea en el contexto artificial de una cámara operante donde, privada de comida, su única fuente de alimentación proviene de pelletas que no aparecen hasta que haya jalado la palanca una cantidad de veces dictada por el experimentador; el énfasis radica en cómo la motricidad del animal media su relación con eventos en el entorno ecológicamente pertinentes. Por otro lado, un adulto va a misa mediado por las reglas y creencias facilitadas por el lenguaje de la sociedad en que participa; ir a misa es lo correcto, ir a misa está bien, ir a misa es moral. Jalar una palanca no está bien ni es moral, ni tampoco es correcto incluso si hacerlo implica acceso a comida, ya que las ratas no tienen sistemas morales para definir lo correcto, ni lo moral ni lo bueno ni mucho menos sus opuestos.

Mientras que la lógica de la categoría convencional de conducta es normativa, la lógica de la categoría ‘técnica’ de conducta es causal. Las conductas convencionales, en virtud de ser normativas, implican un contexto social y, por ende, un medio lingüístico. Es decir, las conductas convencionales son propias del ser humano. Por otro lado, las conductas ‘técnicas’ solo implican un cambio en los patrones de actividad muscular de un organismo cualquiera. Puesto que hemos visto que el movimiento no es inherente a la conducta convencional, la conducta técnica efectivamente no logra abstraer nada de la conducta en el lenguaje ordinario y aún así afirma que sus explicaciones pueden servir para facilitar un entendimiento de esta otra forma conducta. Y, si bien es cierto que los analistas experimentales son muy buenos haciendo predicciones con base en sus ideas, cabe resaltar que los ptolemáicos, Newton, la teoría del flogistón y el modelo atómico de Bohr también fueron muy buenos en ello. Así, tratar ambos tipos de conducta como parte de la mismo dominio de fenómenos constituye un error categorial, por lo cual no se pude tratar a ambos ejemplos en la pregunta como miembros del mismo conjunto.

Se concluye que irónicamente, a pesar de la precisión de las definiciones en los textos principales de esta tradición como La conducta de los organismos de Skinner (1938), este campo investigativo ha extendido su objeto de estudio a todos los diferentes usos clásicos y convencionales del término conducta, los cuales son gobernados por categorías diferentes. Es decir, a pesar de su intento de transformar ‘conducta’ en un término propio del lenguaje técnico, con un uso preciso, denotativo y descriptivo, han fallado en la medida en que se aferraron a emplear palabras propias del lenguaje ordinario que acarrean sus propios esquemas conceptuales y, por ende, se imponen en la manera de pensar de los investigadores y en cómo formulan sus preguntas en función de estas concepciones previas. Ninguna cantidad de definiciones en términos de relación e interacción en los libros de texto y en discusiones públicas y pseudotécnicas ha logrado que ‘conducta’ adquiera el mismo rigor que otros términos científicos como en la física o la química, y ninguna cantidad de capacidad predictiva en algunas circunstancias será suficiente para justificar sus teorías.

Así, es lamentable concluir que el término conducta en el análisis experimental skinneriano y post-skinneriano es otra pieza de lenguaje pseudotécnico, ergo, carente de precisión en su uso científico, de manera similar a otros conceptos de la psicología como el aprendizaje y la memoria (Ribes-Iñesta, 1991).

Con esta discusión se espera que la conclusión no sea que los analistas experimentales de la conducta están mal. A pesar de todos sus defectos, esta tradición es lo más cercano que existe a un estudio científico de la conducta desde una perspectiva psicológica. El problema de la definición de conducta es propio de todos los campos que se atribuyen su estudio, desde la etología hasta la ecología conductual y la psicología. Si bien no todos sufren de exactamente mismos problemas, cada campo lidia con lagunas y selvas conceptuales, así como también saltos injustificados, por las que nunca se hizo un esfuerzo por erradicar. Sin embargo, como el público hispanohablante ha mostrado un interés en la conducta especialmente a través del lente psicológico, se ha utilizado el ejemplo del análisis experimental de la conducta para ilustrar algunas de las problemáticas detrás de este concepto, una de ellas siendo la polisemia inherente a “conducta” tanto en sus sentidos convencionales como pseudotécnicos y la desconexión que muchas veces existe entre lo que normalmente se cataloga como conducta y lo que los científicos quieren estudiar bajo este término.

En la medida que se pueda en esta página web, el interés radicará en entender los diferentes usos de conducta en la ecología conductual, etología, análisis experimental de la conducta y otras disciplinas. El objetivo será determinar cómo se ha empleado el término conducta con respecto a los animales no-humanos por las disciplinas científicas como protocientíficas y paracientíficas para eventualmente juzgar qué clase de lógica teórica es más consistente con cada uso y hasta qué grado los resultados de una lógica se pueden extrapolar a otra. Asimismo, en tanto los usos sean inconsistentes dentro de cada disciplina, se buscará ofrecer una teoría positiva de la conducta con sugerencias acerca del proceder científico. Es decir, el punto no es detenerse en el reino de lo conceptual, sino avanzar una forma de investigación consistente con lo que normalmente se entiende por conducta, así como también ofrecer herramientas tanto conceptuales como formales para organizar leyes y taxonomías autoconscientes.


Referencias bibliográficas

Chaney, D. W. (2013). An overview of the first use of the terms cognition and behavior. Behavioral Sciences, 3(1), 143-153. https://doi.org/10.3390/bs3010143

Costa, J. N. (1813). Manual de misioneros, ó Ensayo sobre la conducta que pueden proponerse observar los sacerdotes llamados al restablecimiento de la religion en Francia. Brusi

De Terreros y Prando, E. (1786). Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina é italiana. La Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía

Du Cange, C. F. (1883). Glossarium mediæ et infimæ latinitatis. Niort, L. Favre

Lewis, C. T., & Short, C. (1879/1958). A Latin dictionary founded on Andrews' edition of Freund's Latin dictionary. Clarendon Press

Petite, A. (1817). Conducta de confesores en el tribunal de la Penitencia, según las instrucciones de S.Carlos Borromeo y la doctrina de S.Francisco de Sales. La Viuda de Barco Lopez

Ribes-Iñesta, E. (1991). Pseudotechnical language and conceptual confusion in psychology: The cases of learning and memory. The Psychological Record, 41(1), 361-369. https://doi.org/10.1007/BF03395118

Skinner, B. F. (1938). The behavior of organisms: An experimental analysis. Appleton-Century-Crofts, Inc.


Freddy J. Molero-Ramírez

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